viernes, 16 de octubre de 2015

ARTHUR RIMBAUD



No amo al hombre
amo la sed que lo devora.
Esa cumbre hecha de arena y sangre
sin otro mandato que el olvido.
No he visto otra cosa que no sea desierto
y el imposible anhelo de ser otro.
Amo esa sed que penetra arrogante las fauces de lo incierto.
Por cada línea de mis manos sube terrible la llama del exilio.
El corazón resiste detrás de todos los adioses.
¿Quién nos impuso esta voluntad de consumación y olvido?
Muertos los bellos dones de lo inútil, la tierra está herida de finalidad.
Nadie resiste la ardiente desmesura de sus últimos límites.
Y la vida sin tregua y sin afanes
acomete y se agita en el vientre de todas las furias.



                    Hector Berenguer (Argentina)

Cuaderno de Poesía #6 de Poetas sin sofá
 

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